Hijos de Cidipa, sacerdotisa de Hera en Argos. Son tan proverbiales por su amor filial y fraternal que sus nombres van siempre unidos.
Se cuenta de ellos que arrastraron el carro de las ofrendas, de la diosa Hera, hasta Argos. Algo así como unos 8 kilómetros.
Llegando tan derrengados que su madre pidió a la diosa que le concediera el mejor regalo que pudiera a sus hijos. Y esta no les concedió mejor regalo, que hacerles dormir para el resto de la eternidad.
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